Vino de lejos, nadie sabe si se quedará. Vino con una misión bien clara, establecer el orden, la armonía, la alegría, el rigor, la espontaneidad y el sueño como prioridad. Al principio nadie entendía su propósito, es más, hoy todavía creen que no lo tenía. De vivir bajo un puente, pasó rápido al municipio.
Hoy es el único habitante de un pueblo desterrado, enterrado bajo años de cuestionamientos y creencias tan arraigadas, que al quitarlas del suelo, se llevaron de paso algunos recuerdos, tanto mentales, como físicos y emocionales.
Aún espera el regreso del pueblo que lo abandonó, corrieron espantados, en estampida buscando aquello que los hacia ser tan útiles dentro de un montón de basura inútil. En tanto, él discute con el orgullo de una nación ingobernable. Exige determinación, suplica humildad y otorga valentía inexorable, a cada nuevo miembro que cumpla con el siguiente requisito: Saber volar.
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