El espíritu le pertenece al ser humano, a cada uno de nosotros.
Me gusta la idea de un espíritu humano que se alimenta del crecimiento de cada persona a modo individual, expandiéndose por y hacia lo colectivo.
El resultado de que la colectividad humana asumiera esto como premisa, devendría en una aspiración grupal por alcanzar lo más elevado del desarrollo de las capacidades del ser, no solo materialista o espiritual, sino aquellas esferas que aún hoy permanecen ocultas, muy ocultas.
Me parece de sentido común comprender las ciencias, la tecnología, las expresiones artísticas, los protocolos incluso, como piedras fundacionales de la trascendencia del ser humano, por ello, cada avance en cualquiera de estos, es un engranaje dentro de la gran maquina que ha construido el colectivo terrícola, LA HUMANIDAD.
Con fuerte sentido de pertenencia, los seres humanos, simbólicos por definición, han de avanzar seguros por conquistar el pan, la dicha y la sabiduría, haciendo de estos, parte de su espacio cultural que los abyecta al universo con la capacidad de replicarse, de volver a fundarse. Y en esto radica la relevancia de este espíritu, es la base intelectual, sensorial y emotiva desde la cual se yergue la humanidad toda, desde tiempos ancestrales hasta el mañana, divagando, construyéndose en la práctica y en la teoría, abarcando todas las capacidades de la mente humana en combinación con el ambiente en que se desarrolla.
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