lunes, 21 de marzo de 2016

Decido callar.

Parar, detener mi juicio constante, la fuerza de esta inercia que destruye los corazones de mi entorno y el mío propio.
Decido volcarme a la fuerza creadora, a la búsqueda silenciosa de mi esencia.
Para no perturbar las aguas turbias de mis pares.
Para dedicarme a mí sanación y responsabilizarme del futuro que me haré.
Para no reproducir mis errores tan seguido.
Decido desaparecer de esta apariencia de sujeto, porqué sigo siendo un objeto abyecto al destino.
Para reconocer ese destino que me he trazado y del que no quiero formar parte sin ser dueño de ese camino.
Para volar lejos y volver a planear bajo, rozar sus cabezas y acariciar sus dolores.
Para ubicarme real y poderoso ante mi propia muerte.
Para dejar de tergiversar la vida y recibir la sabiduría que me ayude a los propósitos ausentes, en construcción.
Por respeto a sus procesos, para dejar de ser pedante andante y tristón ante sus ojos que me aman y quieren ver alegre.
Para no seguir fundiendo mi mente en esta vana intención de transformarlo todo sin transformarme antes.
Para hacer la pega, guardar la pera, buscar la calma, actuar consciente y liberar mi esencia.
Para no contar problemas, hallar soluciones y aplicarlas cada vez más consciente.

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