miércoles, 3 de septiembre de 2014

Y muerta, nuestra relación habla así.

Ansío nuestra resurrección. Esa del chocolate, de las velas, del todo es nuevo y bueno.

Me estiro para no enloquecer, me toco la punta de los pies, no sé hacer yoga, no he querido-podido aprender. Ni tú y ni nadie me ha motivado tanto por ese arte, tal vez lo practique en este nuevo ciclo.

Pero ni tú ni nadie me ha motivado tanto por ningún arte, no he sabido querer-poder. Bueno, si lo digo ahora es correcto, amarte fue el primero de ellos.

Tampoco he querido-podido aprender a cerrar ciclos.

Entonces nuestra cita con el olvido me estremece, me tiene flotando, atontado, mi desnudez me destroza y deseo tu liberación. No seremos buenos sin cambios y este es un cambio, la muerte siempre es un cambio.

Por eso se aprende con su aparición, desconocida aparición.

Las caricias que siento por las teclas en mis yemas, son por este amor que sana, el que siempre debe ser, el entregado, el que confía y suelta, el que sentí por ti, por tanto tiempo.

El horizonte está en vertical. Lo puse en vertical. Lo dejamos así.

Que delicia tu cariño, arrullo placentero, cobijo amistoso, descansé en tu vientre, si así lo desearas sé que serías mujer-madre; dulce amiga y sincera.

Memoria
Me moría.

Voy y vuelvo, segundo a segundo, buscando encontrarte, queriendo sentirte. Y no sentirte me tiene así.

Tanto aprendizaje, tanto viaje, ha crecido mucho nuestro equipaje. Nos vestimos de bonitos trajes, pero ya tienen agujeros de tanto uso y aunque son mi prenda favorita, están como tela de cebolla en algunos puntos de roce.

¿Tendremos acaso materiales para hacer algún parche? Y de tener el parche ¿cuánto duraría el arreglo?

Yo al menos, no encuentro esos materiales, en cambio solo aparece la muerte y con ella nuestra relación sabe dulce, en oposición al salado sabor de mis súbitas lágrimas.

1 comentario:

¿Que dices tú ah?